El Gato con Botas y el silbido de la muerte
Una reflexión sobre la inevitabilidad de la muerte y como afrontarla
Llevaba días leyendo en Twitter, newsletters, y demás que la nueva película de Dreamworks era de lo mejor que había salido en los últimos años.
Vengo a confirmarlo.
El Gato con Botas es una maravilla. La animación es superlativa. No sólo el detalle sino los entrecortados, la forma de llevar a la acción a los personajes, las peleas, las imágenes, la puesta en escena, luz, etc. Desde un punto de vista técnico, donde no soy ningún experto, es magnífica.
Pero donde verdaderamente ha dado en el clavo, es los temas que han tratado y en la representación de un personaje en específico. A partir de este momento, advertido estás querido lector, se vienen spoilers.
El lobo y su silbido, la imposibilidad de evadir a la muerte.
Después de perder su octava vida, el Gato con Botas se sienta en un bar, bebiendo un vaso de leche —las mejores historias comienzan bebiendo un vaso de leche— cuando un lobo gris de ojos rojos, encapuchado y con una sonrisa amenazante, se sienta a su lado.
La muerte, por primera vez en sus nueve vidas, tenía cara y ojos.
El Gato con Botas siempre ha sido un personaje orgulloso y presumido. Cuando le conocemos en la segunda película de Shrek, como asesino a sueldo, ya se puede ver. Siempre se ha reído en la cara de la muerte y, él cree, es una leyenda viva. Lleva su nombre por delante como insignia. En todo momento, le vemos saltar a la acción, pelear con quien sea y como sea, siempre saliendo airoso.
Por eso el lobo da pavor, porque, por primera vez, Gato sangra, se le eriza el pelaje y empieza a temblar. Por primera vez, deja su espada de lado y huye.
Estoy seguro que me ha maravillado más la interpretación de la muerte que la propia película en sí. La manera en la que pelea el lobo, las armas que lleva consigo y el disfrute que tiene persiguiendo a su presa, Gato atemorizado ante la inevitabilidad de perder su novena vida, hacen de él el casting perfecto.
El silbido, anunciante de la aparición del lobo, genera tensión a personajes y escalofríos a la audiencia. Ya viene y no puedes escapar.
Perrito, una representación perfecta de bondad y cariño, es algo que todos necesitamos en nuestras vidas. Y me ha hecho recordar porque echo tanto de menos a Trasgo, que, con sus 40kg de pastor alemán, bajaba las orejas y se daba la vuelta para que le rascases la tripa.
El ataque de pánico, de las mejores representaciones que he visto de uno, hace que tu corazón palpite al mismo ritmo y, como con Ted Lasso, te es imposible no tensar el cuerpo, intentando —como cuando mueves el cuerpo jugando al Mario Kart— ayudarle.
El camino del héroe que emprende Gato es uno de los mejores, sino el mejor, que he visto en la gran pantalla en los últimos años. Es por esto que la película es la mejor de animación que he visto en mucho tiempo.
Sus mensajes tanto implícitos como explícitos nos recuerdan la vida.
Implícitamente, y metafóricamente, el camino de Gato es un viaje al infierno que creamos cuando huimos de nosotros mismos y de nuestras responsabilidades. Éste contrasta radicalmente con el de Perrito cuando toca el mapa (ved la película).
Nos enseñan, simplemente con tres localizaciones es un mapa mágico, que al huir de nuestros quehaceres solo nos espera un castigo, en su mayoría nuestro hacia nosotros mismos. Elegimos vivir en el infierno, nuestro infierno, al igual que Gato decide vivir en soledad cuando huye del altar. Al no afrontar su responsabilidad y ceder ante el miedo, ofrece su vida entera al demonio de la soledad, que lo acechará hasta hacerle frente.
Explícitamente, te muestran que tus deseos y tu felicidad se labran por el camino y se cumplen sólo cuando disfrutas y aprecias lo que tienes. La ignorancia de Perrito hace real aquella frase de "ignorance is bliss" pero la rompe cuando te das cuenta que no es ignorancia, sino aprecio. Perrito es capaz de ver lo que los anglosajones llaman el silver lining, aquella línea plateada que recubre una nube, aquello positivo que sacas de algo negativo.
La mayor inteligencia, y la mejor mentalidad, es identificar esa línea plateada.
Cuando los gurús de la productividad —aquellos especímenes que dice usar 20 aplicaciones para algo que puedes hacer con 1— te dicen que agradezcas diariamente o (que mal suena directamente traducido) practiques la gratitud, no te está diciendo ninguna patraña. Esos gurús, que no han hecho otra cosa que redescubrir la rueda (mi tatarabuela ya lo hacía esto en misa hace un siglo), practican el identificar esa maravillosa línea plateada.
Yo lo hago, todos los días, cuando recuerdo a mi madre, cuando contemplo mi vaso de agua y mi café mañanero y pienso en todo lo bueno que me pasó el día anterior, y esta semana, y este mes, y durante el cuarto de siglo que llevo vivo. Desde hace meses tengo una pesadumbre en nombre de luto, que solo cura el recordar cuanto quería y cuanto seguiré queriendo a la mujer que me trajo al mundo. Que privilegio vivir.
La muerte da miedo. Es imposible vencerla y llegará, tarde o temprano. Pero al igual que Gato cuando decide afrontarla, hemos de esperarla viviendo.
Enfrentad vuestros miedos, enfrentad vuestras responsabilidades porque la fuerza real es la de voluntad.
Como decía Andrés Montes, la vida puede ser maravillosa.
Buscad esa línea plateada y vivid.